07. Historia de una compra

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Cada día amanece y tu mejor decisión está por ser tomada. En productividad personal es muy habitual que se hable de planificar todas las acciones que vas a realizar en un día y en las que te vas a enfocar con más prioridad. Igual debería hacerse con los gastos que tienes que hacer. Si haces la lista de la compra, ¿porqué no tener claro en qué vas a gastar ese día? Si necesitas un televisor nuevo, renovar tu automóvil o cambiar tu lavadora, no es algo que suceda de repente, a no ser que sea una emergencia. No deberías ir por la calle, y comprarte unos zapatos nuevos de cien euros solamente porque te enamoró verlos en el escaparate. Las compras compulsivas no son buenas, y ocurren más a menudo de lo que pensamos. Eso no tiene nada que ver con que te den ganas de comerte un helado. Estoy hablando de algo que afecta a tu presupuesto. Aunque si cada día te compras un helado, ya deberías considerar incluirlo en tus gastos fijos.


Suena el despertador, son las seis de la mañana de un sábado. Ana abre lentamente el ojo izquierdo y maldice no haberse acordado de quitar la alarma la noche anterior al irse a acostar. Alarga la mano y lo detiene bruscamente. Ya no va a poder volver a conciliar el sueño. Se levanta desperezándose y tiene dos pensamientos:

a) Tirarse en el sofá y ponerse a ver cualquier cosa que hagan en la televisión mientras engulle unas rebanadas de pan con manteca de cacahuete.

b) Prepararse un zumo de naranja, acompañado de un bol de yogurt con frutas, y después aprovechar que ha madrugado para ir a correr al parque.

Después de tomar su decisión, se toma una ducha y enciende el ordenador. Al sentarse frente a la pantalla tiene dos pensamientos:

a) Comprar impulsivamente esa blusa azul marino que le acaba de aparecer en forma de anuncio al revisar su Facebook.

b) Empezar a cotizar precios de impresoras, ya que en su lista de tareas está cambiar su impresora actual que tiene más de siete años y gasta demasiada tinta.

Después de realizar la adquisición por internet, recoge la lista de la compra que tiene colgada en el refrigerador y sale hacia su supermercado favorito. En el camino, pasa por delante de un escaparate y tiene dos pensamientos:

a) Acaba de ver el nuevo iPhone, con más potencia, más capacidad, más cámaras, y sobretodo más caro. Y siente cómo el teléfono le mira y le provoca la envolvente necesidad de cambiar el suyo que apenas tiene un año.

b) Acaba de ver que han vuelto a abrir la tienda de creps donde su abuelo le compraba aquella deliciosa tortita rellena de queso fundido con nueces. Y siente cómo el crep la mira y le provoca la envolvente necesidad de comérselo.

En el supermercado, empieza a recabar los productos que están en la lista. Siempre recuerda los pequeños trucos para ahorrar que le ha contado su madre: hacer la lista de la compra, no ir con hambre, y no coger los productos que están a la altura de la vista ya que son más caros o caducan antes.

Ana regresa a casa del supermercado y después de distribuir la compra en los lugares correspondientes, llama a María para quedar con ella y hacer un pequeño aperitivo antes de almorzar.

María le cuenta que está pensando en pedir un préstamo al banco de cuarenta mil euros para comprarse el reciente modelo de BMW que acaba de salir. Ante esa declaración, a Ana le vienen dos pensamientos:

a) Animar a María a que pida ese dinero al banco porque es el coche de sus sueños.

b) Preguntarle a María si realmente necesita adquirir un nuevo coche y si su nivel de vida se lo puede permitir. Y de no ser así, si no sería mejor comprar un buen coche nacional de segunda mano y con pocos kilómetros.

Ambas terminan su charla de sábado, cada quien paga lo que consumió. María le agradece a Ana sus comentarios sobre la adquisición del nuevo coche, y se emplazan para la tarde porque han quedado a ver el estreno de la última película de Leonardo DiCaprio en el cine. De regreso a caso Ana mira el reloj. Se ha hecho un poco tarde y tiene dos pensamientos:

a) Decide ir a un restaurante a comer. Ahora que lo piensa, cerca de donde está elaboran un salmón a la parrilla buenísimo. Caro pero buenísimo.

b) A pesar que sea un poco tarde, es sábado. ¿Cuál es la prisa? En casa tiene comida suficiente. Acaba de ir al supermercado.

Después de almorzar, se relaja en su sillón favorito para ver la serie de moda en Netflix. Viendo el final del capítulo le vienen dos pensamientos:

a) La otra serie de moda no es de Netflix. Así que planea suscribirse a otra plataforma para poder verla. Sería la cuarta suscripción después de Netflix, Amazon Prime y Spotify.

b) Por un capítulo a la semana que mira en Netflix, se plantea si vale la pena seguir pagando la suscripción. O quizás podría compartirla con María.

Más tarde en el cine, usa su tarjeta de membresía para obtener un descuento en la entrada y las palomitas que compartirá con María. Les gustan tanto las rosetas de maíz que piden la opción con rellenado, porque antes que terminen los trailers ya se han terminado el primer bol.

Al salir del cine, María lleva a Ana a su casa, ya que esta había ido en autobús. Se despiden hasta el próximo fin de semana. Llega justo a tiempo a casa para empezar a ver el partido de liga de su equipo favorito. Le encanta el fútbol. Mientras están pasando la alineación en la televisión, también la bombardean con anuncios de apuestas. Ante esto le vienen dos pensamientos:

a) Descargar la aplicación del anuncio y aprovechar que dan un bono de bienvenida del 100% para apostar por su equipo.

b) Recordar que la lotería o las apuestas son el impuesto voluntario de los pobres. Y que la riqueza no tiene nada que ver con el azar.

Termina el partido. Su equipo ha ganado. Es hora de cenar e irse a la cama. Analizando su día, Ana ve que ha tomado buenas decisiones. ¿Cuáles han sido las tuyas?


¿Esta pequeña y sencilla historia es para escenificar que a lo largo del día tenemos casi constantemente decisiones que tomar. Muchas de ellas pueden llevarte a realizar un gasto económico. Es bueno intentar tener un mayor control sobre nuestros gastos, porque como has podido observar, el dinero que Ana ha terminado gastando, es mucho mayor si se rige por los pensamientos (a) que por los pensamientos (b). Mucho mejor explicado y desarrollado lo plasmó Daniel Kahneman en su libro «Pensar rápido, pensar despacio». En este libro Kahneman nos habla de dos sistemas de pensamiento. Por un lado el sistema uno o implícito. Esta vía de pensamiento es rápida, automática, frecuente, emocional, estereotipada y subconsciente. Por otra parte, se encuentra el sistema dos o explícito. Es lento, perezoso, poco frecuente, lógico, calculador y va acompañado por la consciencia de estar solucionando un problema. Estos dos sistemas de naturaleza antagónica se encuentran en el día a día de todas las decisiones de nuestra vida.

Para que veas como funcionan empíricamente estos dos sistemas, trata de dar respuesta al siguiente problema de la forma más rápida e intuitiva posible.

Problema: «Un bate y una pelota cuestan 1,10 euros. El bate cuesta un euro más que la pelota.¿Cuánto cuesta la pelota?»

Posiblemente has respondido diez céntimos. Y ciertamente es la respuesta que se presenta como una intuición rápida, potente y atractiva, pero es incorrecta. Has aplicado el sistema uno.

Ahora medítalo un poco más. Coge papel y lápiz. Seguramente así llegarás a la solución correcta de cinco céntimos, una solución más lenta y costosa pero, después de todo, la respuesta correcta. Para ello has aplicado el sistema dos.

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